Ocurrió hace unos 6 años. Se llamaba Dana. Era rumana. La conocí de casualidad llegando a mi casa. Me pidió ayuda.
Al principio no me inspiró confianza, pero sé pasar de los prejuicios estéticos y la ayudé. Sólo quería hablar y comer algo.
Tenía 23 años, llevaba 7 aquí en España desde que la trajeron. Era prostituta desde los 16 obligada a ejercer.
Su rostro algo arrugado denotaba una belleza experimentada. Sus ojos negros transmitían más que cualquier libro.

Me contó todo lo que pudo. Se desahogó. Me dijo donde la obligaban a trabajar y que no llamase a la policía.
No duró mucho la conversación. Tres armarios entraron a por ella bajo la atónita mirada del resto del establecimiento.
Poco pude hacer más que llevarme un par de hostias gratuitas. Se fue llorando.

Pasó una semana hasta que entré en ese local. Tardé un rato en verla. Me subió a la habitación y me abrazó.
Ni si quiera me creía la situación ni donde me estaba metiendo. Me dijo que no podía estar más de media hora.
Ocurrió dos veces más en las semanas consecutivas, hasta que decidí ayudarla a escapar, pero esta vez con mi ayuda.
Ya lo consiguió una vez. Monté un alboroto en la sala con un cliente que nada tenía que ver.
Los seguridades entraron a por mi. Ella aprovechaba para salir. Después de ser interrogado por la guardia civil, me soltaron.
Habían pasado unos 40 minutos y empezarían a sospechar. Cogí el coche y conduje al punto donde habíamos concretado.
Allí estaba, subió. Llevaba una bolsa. Había cogido todo el dinero que podía para sobrevivir.
Había unos 3.000 euros más o menos.

Durante un mes estuvo refugiada en casa de una amiga. Nos vimos bastante. Nos quedábamos mirándonos el uno al otro.
Ella jamás había confiado en un hombre y mucho menos creía en el amor. Mi desconfianza generalizada no tenía parangón con su vida, pero la entendía.
Yo tampoco creía en el amor. Pero esos días el destino se encargó de contra-argumentarnos. Poco sentido tuvo lo demás durante un tiempo.
Le gustaba leer y le encantaban las motos. A pesar de haber llegado sin apenas estudios, escribía perfectamente.
Apenas sabía algo del comunismo, pero tenía bien claro quienes eran los culpables. Su fuerza y voluntad eran dignas de una heroína.
Su sonrisa, a pesar de todo, un hachazo en el cuello de cada mafioso corrupto.

Al mes, consiguió un billete para marchar del país. No era seguro seguir aquí, mientras esa mafia la buscaba, amparada por policías corruptos.
Conocía de primera mano a altos cargos y policías. A políticos y banqueros. Me hablo de ellos. Me enseño fotografías.
Me contaba que jamás la escogían porque era delgada y bajita. Apenas tenía pechos y era tímida. Se sentía aliviada por ello.

Me pidió que me fuese con ella. Era peligroso seguir aquí. Llegamos a amarnos. He aquí el salto que jamás me atreví a dar.
La despedida fue igual de dolorosa que obligada. Aún recuerdo su cara con detalle. Me enseñó más que cualquier libro o profesor.
No volví a saber de ella. Por lo que pude saber, cambio de número.

Jamás le conté nada a nadie, ni amigos, ni familia, ni parejas venideras. Nunca quise comprometer a nadie.
Es la primera vez que intento escribir sobre esto con detalle, tras la canción de "Pequeña puta". Así es como la llamaban en rumano.
E imagino que ahora entenderéis algo más de la canción. Ha pasado mucho tiempo.
Pero hace apenas dos días, el día 27 de este mes, a eso de las 2 de la mañana recibí una llamada de un número oculto.
Desconocía la voz. Era una mujer del este, por su acento. Me comunicaron que Dana había fallecido, no dijeron el motivo.
Sólo que tenían la orden de llamarme si le pasaba algo. Me daba las gracias. Por eso este texto está escrito en pasado.

Hago público este suceso. Ahora tendría 29 años. Que su lucha sirva de ejemplo. Para vosotros simplemente puede ser una historia más.
Incluso un fragmento de un libro cualquiera. Para mi fue algo más. Toda una lección de valentía y de lucha.
Algo que parece que olvidamos cada día que pasa, en nuestra cada vez más castigada "comodidad".

Nos dimos cuenta que el amor cambia muchas cosas, a mejor. Pero que sin lucha no hay capacidad de amar, ni tiempo.
Como ella decía: "Desgraciadamente el mundo es así, hay que ser feliz siempre que se pueda y no tener miedo" con su peculiar acento..

Dana, estés donde estés. Este es mi homenaje. Que se sepa todo por lo que pasaste. Día Sexto.




Extraído de www.diasexto.es/novedades

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